29 ene 2009

No es un adios, es un hasta pronto



Bueno, con estas ultimas novelas y cuentos termina nuestro material sobre el romanticismo. Las novelas romanticas eran menos ideales que la poesia porque afrontaban a los problemas sociales en vez de evadirlos. Los cuentos son diferentes a la novela dado que en el cuento solo hay un personaje principal y la historia va directo al punto. Edgar Allan Poe es famoso por sus poemas y cuentos oscuros, tales como "el gato negro" y "la mascara de la muerte roja". La mayoria de los escritores romanticos habian tenido una vida dificil, becquer era enfermizo, Espronceda era un politico activista, el duque de Rivas perdio a su padre,..., Poe era alcoholico y viudo. En fin, el romanticismo fue una reaccion artistica a la vida dura y confusa del siglo XIX.

Con esta entrada, Jose Antonio,ah Young, Andrea, y Conchita se despiden, no con un adios, pero con un hasta pronto. A lo mejor seguiremos indagandolos en la cultura romantica. Hasta la proxima!

les miserables

Victor Hugo



Nacido en Besanzón el 26 de febrero de 1802, aunque su infancia transcurre en París. Sus estancias en Nápoles y España, acompañando a su padre, general napoleónico destinado a España desde 1808 hasta 1812, le marcarán bastante. Allí fue paje de José I Bonaparte. Durante su infancia tuvo gran afición a dibujar a cualquier hora y en cualquier sitio, afición que conservaría toda su vida. Ya con 14 años decidió ser escritor y escribió: Seré Chateaubriand o nada. Junto con sus hermanos funda en 1819 una revista, El Conservador literario, en la que ya se destaca su talento y en la que él es el único participante en ella pero utilizando hasta once seudónimos. El mismo año, gana el concurso de la Academia de los Juegos Florales. En estos primeros años también se dedicó a pintar, algo que hacía con gran facilidad.

A los 14 años decide ser un escritor, y a los 16 años publica su primera obra, luego publicó su libro de poemas, Odas, que apareció en 1821: cuenta entonces con veinte años y sus estudios en el Liceo Louis-le-Grand le permiten que pronto se dé a conocer. Participa en las reuniones del Cenáculo de Charles Nodier en la Biblioteca del Arsenal, cuna del romanticismo, que tendrán una gran influencia en su desarrollo. En las discusiones allí dadas era capaz de callar y convencer a un contertulio con tan solo una frase. En 1820 escribirá su primer volumen de poesías que tuvo gran éxito en la corte de Luis XVIII. Tres años después era nombrado Caballero de la Legión de Honor. El estallido se producía con Cromwell, publicado en 1827. En el prólogo de este drama, se opone a las convenciones clásicas, en especial a la unidad de tiempo y a la unidad de lugar, aunque sólo lo pondrá en práctica del todo en la obra Hernani (que posteriormente en 1844 fue adaptada por Giuseppe Verdi en su ópera Ernani, además de El rey se divierte que la adaptó a su ópera Rigoletto). Ante esta última obra musical Víctor Hugo se disgustó con Verdi por no haberle pedido permiso para realizar esa obra, por lo que luchó por los derechos de autor durante toda su vida. Antes había escrito Marion de Lorme, una obra considerada demasiado liberal, por lo cual fue censurada.

Entre 1826 y 1837, pasa varias temporadas en el Castillo de Roches en Bièvres, propiedad de Bertin l'Aîné, director de Le Journal des débats. En el curso de estas estancias, conoce a Berlioz, Chateaubriand, Liszt, Giacomo Meyerbeer y elabora libros de poesías entre los que se encuentra el famoso Hojas de otoño. Durante esta época es nombrado oficial de la Legión Francesa y poco después Par de Francia. Escribió su drama Lucrèce Borgia en el cual distorsionaba la imagen de dicha mujer reflejando en ella a una envenenadora que no fue tal, pero aunque lo que escribiera no fuera cierto los lectores le creían y admiraban.

Hasta una edad muy avanzada, tuvo numerosas amantes. La más conocida, la actriz Juliette Drouet, que le consagró su vida, le libró de la cárcel tras el golpe de estado de Napoleón III. Escribe muchos poemas para ella. Pasaban siempre juntos el aniversario de su encuentro, y para la ocasión, año tras año, un cuaderno común que llamaban el libro del aniversario. Ella siempre soportó sus excesos de fiestas y de brutales comidas que engullía y llegaron a hacer varios viajes por el río Rhin y el canal de la Mancha (donde vivieron en varias islas). Antes se había casado con Adèle Foucher en 1822, matrimonio muy feliz mientras duró, pero en 1831 acabó con una infidelidad de ella con un crítico literario, harta de la ajetreada vida del escritor. Tuvieron cinco hijos, Leopoldo, que murió poco después de nacer, Leopoldine, que moriría en las aguas del Sena en su noche de bodas, Charles y Adèle.

En el mismo año que se separó de su mujer Adèle, escribió por orden de un editor Nuestra Señora de París, obra que le costó muchas horas escribir y que le llegó a dejar con mal aspecto y delgado, pero el esfuerzo valió la pena ya que fue bien valorada por los críticos y un éxito entre los lectores, hecho que alivió su mal estado económico, en esa época Victor Hugo tenía 28 años.

Educado por su madre, originaria de la levantisca región de la Vendée, leal al realismo, se va convenciendo poco a poco de las virtudes de la democracia («Crecí»), como demuestra a lo largo de su obra. Su opinión es que «donde el conocimiento sólo está en un hombre, se impone la monarquía. Donde está en un grupo de hombres, debe dejar su sitio a la aristocracia. Y cuando todos tienen acceso a las luces del saber, es que ha llegado el tiempo de la democracia». Una vez convertido a la democracia liberal y humanitario, es elegido diputado de la Segunda República en 1848, y apoya la candidatura del príncipe Luis-Napoleón, pero va al exilio tras el golpe de Estado del 2 de diciembre de 1851 que condena con vigor por razones morales (Historia de un crimen y Napoleón el pequeño). En esta época sus hijos fueron incluso encarcelados, absueltos tras su exilio.

Bajo el Segundo Imperio, opuesto a Napoleón III, vive exiliado en Bruselas primero, y luego en Jersey y Guernesey. Es uno de los pocos proscritos que rechaza la amnistía que se concede poco tiempo después («Y cuando sólo quede uno, ése seré yo»). La pérdida de su hija Léopoldine en Villequier en 1843 le afecta bastante, planteándose incluso el suicidio, y en Jersey tiene escarceos con el espiritismo, de lo que nos deja testimonio en una extraña obra, Las mesas que dan vueltas de Jersey.

Durante la década de 1860, atraviesa en varias ocasiones el Gran Ducado de Luxemburgo como turista, de camino hacia el Rin alemán (1862, 1863, 1864, 1865). En 1871, tras la Comuna de París, al ser expulsado de Bélgica por haber prestado refugio a comuneros perseguidos en la capital francesa, encuentra asilo durante tres meses y medio en el Gran Ducado (1 de junio – 23 de septiembre). Luego vuelve a París y será una de las figuras tutelares de la III República. En 1862 escribió su gran éxito Los Miserables, magna obra de la literatura francesa.

Durante su exilio conoció a Oscar Wilde y Hans Christian Andersen. Anteriormente había conocido a Alejandro Dumas y a Jules Verne.

Volvió de nuevo de su exilio en 1870 con la proclamación de la tercera república. Al llegar a París la gente salió por la calle para recibirle con todos los honores. Fue de nuevo elegido diputado. En 1871 se le hizo un homenaje por el 50 aniversario de Nuestra señora de París, en el cual asistieron 600.000 parisinos. Intentó de nuevo ser miembro de la Academia francesa, aunque falleció sin poder realizar el que era su último sueño en su vida.

Murió el 22 de mayo de 1885 a causa de una neumonía y antes de este hecho dio 50.000 francos a los pobres. De acuerdo a su última voluntad, se le entierra en el Panteón de París, al que llega en el «coche fúnebre de los pobres». Su ataúd había permanecido durante bastantes días bajo el Arco de Triunfo, donde se dice que fue visitado por unos tres millones de personas. Fue designado como el Rey Sol de la literatura, aunque, años más tarde, Jean Cocteau también se refirió a él con esta frase: «Víctor Hugo era un loco que se hacía pasar por Víctor Hugo».

Hasta hoy, Les Miserables sigue siendo una obra reconocida internacionalmente. Recientemente le hicieron una adaptacion a la animacion Japonesa:

alejandro Dumas


Hijo natural de Alexandre Dumas y Marie-Catherine Labay, costurera, fue, como su padre, un autor mundialmente reconocido. En 1831, su padre le reconoció legalmente y le procuró la mejor educación posible en la institución Goubaux y la academia Bourbon. Las leyes, por aquella época, le permitieron a Dumas padre separar al hijo de su madre y la agonía de ésta inspiró a Dumas hijo en sus escritos sobre caracteres femeninos y trágicos. En casi toda su obra enfatizó el propósito moral de la literatura y, en su novela El hijo natural,(1858), expuso la teoría de que, aquél que trae un hijo ilegítimo al mundo, tiene la obligación moral de legitimizarlo y casarse con la mujer.

Además de soportar el estigma de la ilegitimidad, Dumas hijo llevaba sangre negra. Su padre era un cuarterón descendiente de un noble francés y una negra haitiana. En los internados escolares, Dumas hijo fue siempre vituperado por sus compañeros. Todas estas experiencias determinaron sus pensamientos, comportamiento y escritos. En su primer libro de poemas, Pecados de juventud (1847) denunciaba, de alguna forma, la vida disipada que llevó en su juventud, renegando de ella.

En 1844, Dumas se trasladó a Saint-Germain-en-Laye para vivir con su padre. Ese mismo año, en Paris, conoció a Marie Duplessis, una joven cortesana que inspiraría su novela romántica La dama de las camelias (1848). Adaptada como obra teatral, alcanzó tal éxito que animó a Dumas a proseguir con su carrera de dramaturgo. Se tituló, en inglés Camille y constituyó la base para la ópera de Giuseppe Verdi, La Traviata (1853). En sus obras teatrales, cargadas de enseñanzas morales, denuncia los prejuicios sociales de la época y aboga por los derechos de la mujer y los niños.

En 1864, Alexandre Dumas, hijo, se casó con la princesa Nadeja Naryschkine (más conocida como Nadine Dumas), con quien tendría una hija. Tras el fallecimiento de ésta, contrajo matrimonio con Henriette Régnier.

En el transcurso de su vida, Dumas escribió otras doce novelas y varias obras teatrales. En 1867, publicó su novela semi-autobiográfica "El caso Clemenceau", considerada por muchos como uno de sus mejores trabajos literarios.

Fue elegido miembro de la Academia francesa en 1874 pese a la oposición pertinaz de Victor Hugo. En 1894 se le concedió la Legión de Honor.

Su muerte ocurrió el 27 de noviembre de 1895 en su propiedad de Yvelines, Marly-le-Roi y fue enterrado en el cementerio de Montmartre, en París.

Obras

* 1847, Pecados de juventud
* 1848, La dama de las camelias
* 1857, Cuestión de dinero
* 1858, El hijo natural
* 1876, La condesa de Romaní
* 1880, La cuestión del divorcio
* 1886, El caso Clémenceau

La Dama de las Camelias

La mascara de la muerte roja parte I

La muerte de la mascara roja parte II

Muerte roja



























Mascara de la muerte roja




































































































Edgar Allan Poe El Gato Negro

28 ene 2009

"La Mascara de la Muerte Roja" - Edgar Allan Poe



Durante mucho tiempo, la «Muerte Roja» había devastado la región. Jamás pestilencia alguna fue tan fatal y espantosa. Su avatar era la sangre, el color y el horror de la sangre. Se producían agudos dolores, un súbito desvanecimiento y, después, un abundante sangrar por los poros y la disolución del ser. Las manchas purpúreas por el cuerpo, y especialmente por el rostro de la víctima, desechaban a ésta de la Humanidad y la cerraban a todo socorro y a toda compasión. La invasión, el progreso y el resultado de la enfermedad eran cuestión de media hora.

Pero el príncipe Próspero era feliz, intrépido y sagaz. Cuando sus dominios perdieron la mitad de su población, reunió a un millar de amigos fuertes y de corazón alegre, elegidos entre los caballeros y las damas de su corte, y con ellos constituyó un refugio recóndito en una de sus abadías fortificadas. Era una construcción vasta y magnífica, una creación del propio príncipe, de gusto excéntrico, pero grandioso. Rodeábala un fuerte y elevado muro, con sus correspondientes puertas de hierro. Los cortesanos, una vez dentro, se sirvieron de hornillos y pesadas mazas para soldar los cerrojos. Decidieron atrincherarse contra los súbitos impulsos de la desesperación del exterior e impedir toda salida a los frenesíes del interior.

La abadía fue abastecida copiosamente. Gracias a tales precauciones los cortesanos podían desafiar el contagio. El mundo exterior, que se las compusiera como pudiese. Por lo demás, sería locura afligirse o pensar en él. El príncipe había provisto aquella mansión de todos los medios de placer. Había bufones, improvisadores, danzarines, músicos, lo bello en todas sus formas, y había vino. En el interior existía todo esto, además de la seguridad. Afuera, la «Muerte Roja».

Ocurrió a fines del quinto o sexto mes de su retiro, mientras la plaga hacía grandes estragos afuera, cuando el príncipe Próspero proporcionó a su millar de amigos un baile de máscaras de la más insólita magnificencia

¡Qué voluptuoso cuadro el de ese baile de máscaras! Permítaseme describir los salones donde tuvo efecto. Eran siete, en una hilera imperial. En muchos palacios estas hileras de salones constituyen largas perspectivas en línea recta cuando los batientes de las puertas están abiertos de par en par, de modo que la mirada llega hasta el final sin obstáculo. Aquí, el caso era muy distinto, como se podía esperar por parte del duque y de su preferencia señaladísima por lo bizarre. Las salas estaban dispuestas de modo tan irregular que la mirada solamente podía alcanzar una cada vez. Al cabo de un espacio de veinte o treinta yardas encontrábase una súbita revuelta, y en cada esquina, un aspecto diferente.

A derecha e izquierda, en medio de cada pared, una alta y estrecha ventana gótica comunicaba con un corredor cerrado que seguía las sinuosidades del aposento. Cada ventanal estaba hecho de vidrios de colores que armonizaban con el tono dominante de la decoración del salón para el cual se abría. El que ocupaba el extremo oriental, por ejemplo, estaba decorado en azul, y los ventanales eran de un azul vivo. El segundo aposento estaba ornado y guarnecido de púrpura, y las vidrieras eran purpúreas. El tercero, enteramente verde, y verdes sus ventanas. El cuarto, anaranjado, recibía la luz a través de una ventana anaranjada. El quinto, blanco, y el sexto, violeta. El séptimo salón estaba rigurosamente forrado por colgaduras de terciopelo negro, que revestían todo el techo y las paredes y caían sobre un tapiz de la misma tela y del mismo color. Pero solamente en este aposento el color de las vidrieras no correspondía al del decorado.

Los ventanales eran escarlata, de un intenso color de sangre. Ahora bien: no veíase lámpara ni candelabro alguno en estos siete salones, entre los adornos de las paredes o del techo artesonado. Ni lámparas ni velas; ninguna claridad de esta clase, en aquella larga hilera de habitaciones. Pero en los corredores que la rodeaban, exactamente enfrente de cada ventana, levantábase un enorme trípode con un brasero resplandeciente que proyectaba su claridad a través de los cristales coloreados e iluminaba la sala de un modo deslumbrante. Producíase así una infinidad de aspectos cambiantes y fantásticos.

Pero en el salón de poniente, en la cámara negra, la claridad del brasero, que se reflejaba sobre las negras tapicerías a través de los cristales sangrientos, era terriblemente siniestra y prestaba a las fisonomías de los imprudentes que penetraban en ella un aspecto tan extraño, que muy pocos bailarines tenían valor para pisar su mágico recinto.

También en este salón erguíase, apoyado contra el muro de poniente, un gigantesco reloj de ébano. Su péndulo movíase con un tictac sordo, pesado y monótono. Y cuando el minutero completaba el circuito de la esfera e iba a sonar la hora, salía de los pulmones de bronce de la máquina un sonido claro, estrepitoso, profundo y extraordinariamente musical, pero de un timbre tan particular y potente que, de hora en hora, los músicos de la orquesta veíanse obligados a interrumpir un instante sus acordes para escuchar el sonido. Los valsistas veíanse forzados a cesar en sus evoluciones.

Una perturbación momentánea recorría toda aquella multitud, y mientras sonaban las campanas notábase que los más vehementes palidecían y los más sensatos pasábanse las manos por la frente, pareciendo sumirse en meditación o en un sueño febril. Pero una vez desaparecía por completo el eco, una ligera hilaridad circulaba por toda la reunión. Los músicos mirábanse entre sí y reíanse de sus nervios y de su locura, y jurábanse en voz baja unos a otros que la próxima vez que sonaran las campanadas no sentirían la misma impresión. Y luego, cuando después de la fuga de los sesenta minutos que comprenden los tres mil seiscientos segundos de la hora desaparecida, cuando llegaba una nueva campanada del reloj fatal, se producía el mismo estremecimiento, el mismo escalofrío y el mismo sueño febril.

Pero, a pesar de todo esto, la orgía continuaba alegre y magnífica. El gusto del duque era muy singular. Tenía una vista segura por lo que se refiere a colores y efectos. Despreciaba el decora de moda. Sus proyectos eran temerarios y salvajes, y sus concepciones brillaban con un esplendor bárbaro. Muchas gentes lo consideraban loco. Sus cortesanos sabían perfectamente que no lo era. Sin embargo, era preciso oírlo, verlo, tocarlo, para asegurarse de que no lo estaba.

En ocasión de esta gran fête, había dirigido gran parte de la decoración de los muebles, y su gusto personal había dirigido el estilo de los disfraces. No hay duda de que eran concepciones grotescas. Era deslumbrador, brillante. Había cosas chocantes y cosas fantásticas, mucho de lo que después se ha visto en “Hernani”. Había figuras arabescas, con miembros y aditamentos inapropiados.

Delirantes fantasías, atavíos como de loco. Había mucho de lo bello, mucho de lo licencioso, mucho de lo bizarre, algo de lo terrible y no poco de lo que podría haber producido repugnancia. De un lado a otro de las siete salas pavoneábase una muchedumbre de pesadilla. Y esa multitud —la pesadilla— contorsionábase en todos sentidos, tiñéndose del color de los salones, haciendo que la música pareciera el eco de sus propios pasos.

De pronto, repica de nuevo el reloj de ébano que se encuentra en el salón de terciopelo. Por un instante queda entonces todo parado; todo guarda silencio, excepto la voz del reloj. Las figuras de pesadilla quédanse yertas, paradas. Pero los ecos de la campana se van desvaneciendo. No han durado sino un instante, y, apenas han desaparecido, una risa leve mal reprimida se cierne por todos lados. Y una vez más, la música suena, vive en los ensueños.

De un lado a otro, retuércense más alegremente que nunca, reflejando el color de las ventanas distintamente teñidas y a través de las cuales fluyen los rayos de los trípodes. Pero en el salón más occidental de los siete no hay ahora máscara ninguna que se atreva a entrar, porque la noche va transcurriendo. Allí se derrama una luz más roja a través de los cristales color de sangre, y la oscuridad de las cortinas teñidas de negro es aterradora. Y a los que pisan la negra alfombra llégales del cercano reloj de ébano un más pesado repique, más solemnemente acentuado que el que hiere los oídos de las máscaras que se divierten en las salas más apartadas.

Pero en estas otras salas había una densa muchedumbre. En ellas latía febrilmente el corazón de la vida. La fiesta llegaba a su pleno arrebato cuando, por último, sonaron los tañidos de medianoche en el reloj. Y, entonces, la música cesó, como ya he dicho, y apaciguáronse las evoluciones de los danzarines. Y, como antes, se produjo una angustiosa inmovilidad en todas las cosas. Pero el tañido del reloj había de reunir esta vez doce campanadas. Por esto ocurrió tal vez, que, con el mayor tiempo, se insinuó en las meditaciones de los pensativos que se encontraban entre los que se divertían mayor cantidad de pensamientos. Y, quizá por lo mismo, varias personas entre aquella muchedumbre, antes que se hubiesen ahogado en el silencio los postreros ecos de la última campanada, habían tenido tiempo para darse cuenta de la presencia de una figura enmascarada que hasta entonces no había llamado la atención de nadie, Y al difundirse en un susurro el rumor de aquella nueva intrusión, se suscitó entre todos los concurrentes un cuchicheo o murmullo significativo de asombro y desaprobación. Y luego, finalmente, el terror, el pavor y el asco.

En una reunión de fantasmas como la que he descrito puede muy bien suponerse que ninguna aparición ordinaria hubiera provocado una sensación como aquélla. A decir verdad, la libertad carnavalesca de aquella noche era casi ilimitada. Pero el personaje en cuestión había superado la extravagancia de un Herodes y los límites complacientes, no obstante, de la moralidad equívoca e impuesta por el príncipe. En los corazones de los hombres más temerarios hay cuerdas que no se dejan tocar sin emoción. Hasta en los más depravados, en quienes la vida y la muerte son siempre motivo de juego, hay cosas con las que no se puede bromear. Toda la concurrencia pareció entonces sentir profundamente lo inadecuado del traje y de las maneras del desconocido. El personaje era alto y delgado, y estaba envuelto en un sudario que lo cubría de la cabeza a los pies.

La máscara que ocultaba su rostro representaba tan admirablemente la rígida fisonomía de un cadáver, que hasta el más minucioso examen hubiese descubierto con dificultad el artificio. Y, sin embargo, todos aquellos alegres locos hubieran soportado, y tal vez aprobado aquella desagradable broma. Pero la máscara había llegado hasta el punto de adoptar el tipo de la «Muerte Roja». Sus vestiduras estaban manchadas de sangre, y su ancha frente, así como sus demás facciones, se encontraban salpicadas con el horror escarlata.

Cuando los ojos del príncipe Próspero se fijaron en aquella figura espectral (que con pausado y solemne movimiento, como para representar mejor su papel, pavoneábase de un lado a otro entre los que bailaban), se le vio, en el primer momento, conmoverse por un violento estremecimiento de terror y de asco. Pero, un segundo después, su frente enrojeció de ira.

—¿Quién se atreve —preguntó con voz ronca a los cortesanos que se hallaban junto a él—, quién se atreve a insultarnos con esta burla blasfema? ¡Apoderaos de él y desenmascararse, para que sepamos a quién hemos de ahorcar en nuestras almenas al salir el sol!.

Ocurría esto en el salón del Este, o cámara azul, donde hallábase el príncipe Próspero al pronunciar estas palabras. Resonaron claras y potentes a través de los siete salones, pues el príncipe era un hombre impetuoso y fuerte, y la música había cesado a un ademán de su mano.

Ocurría esto en la cámara azul, donde hallábase el príncipe rodeado de un grupo de pálidos cortesanos. Al principio, mientras hablaba, hubo un ligero movimiento de avance de este grupo hacia el intruso, que, en tal instante, estuvo también al alcance de sus manos, y que ahora, con paso tranquilo y majestuoso, acercábase cada vez más al príncipe. Pero por cierto terror indefinido, que la insensata arrogancia del enmascarado había inspirado a toda la concurrencia, nadie hubo que pusiera mano en él para prenderle, de tal modo que, sin encontrar obstáculo alguno, pasó a una yarda del príncipe, y mientras la inmensa asamblea, como obedeciendo a un mismo impulso, retrocedía desde el centro de la sala hacia las paredes, él continuó sin interrupción su camino, con aquel mismo paso solemne y mesurado que le había distinguido desde su aparición, pasando de la cámara azul a la purpúrea, de la purpúrea a la verde, de la verde a la anaranjada, de ésta a la blanca, y llegó a la de color violeta antes de que se hubiera hecho un movimiento decisivo para detenerle.

Sin embargo, fue entonces cuando el príncipe Próspero, exasperado de ira y vergüenza por su momentánea cobardía, se lanzó precipitadamente a través de las seis cámaras, sin que nadie lo siguiera a causa del mortal terror que de todos se había apoderado. Blandía un puñal desenvainado, y se había acercado impetuosamente a unos tres o cuatro pies de aquella figura que se batía en retirada, cuando ésta, habiendo llegado al final del salón de terciopelo, volvióse bruscamente e hizo frente a su perseguidor. Sonó un agudo grito y la daga cayó relampagueante sobre la fúnebre alfombra, en la cual, acto seguido, se desplomó, muerto, el príncipe Próspero.

Entonces, invocando el frenético valor de la desesperación, un tropel de máscaras se precipitó a un tiempo en la negra estancia, y agarrando al desconocido, que manteníase erguido e inmóvil como una gran estatua a la sombra del reloj de ébano, exhalaron un grito de terror inexpresable, viendo que bajo el sudario y la máscara de cadáver que habían aferrado con energía tan violenta no se hallaba forma tangible alguna.

Y, entonces, reconocieron la presencia de la «Muerte Roja», Había llegado como un ladrón en la noche, y, uno por uno, cayeron los alegres libertinos por las salas de la orgía, inundados de un rocío sangriento. Y cada uno murió en la desesperada postura de su caída.

Y la vida del reloj de ébano extinguióse con la del último de aquellos licenciosos. Y las llamas de los trípodes se extinguieron. Y la tiniebla, y la ruina, y la «Muerte Roja» tuvieron sobre todo aquello ilimitado dominio.

27 ene 2009

El Gato Negro


















El Gato Negro


Esta es una historia escrita por el autor Edgar Allan Poe, un escritor que muestra el lado mas oscuro y tenebroso del romanticismo. Aunque el es muy posterior al movimiento romántico todavía su escritura posee muchas características de este. "El Gato Negro" trata de un hombre obviamente demente y muy resentido que tiene un gran afín por los animales. Este personaje consigue como su mas interesante compañero un gato negro, que al parecer el favorecia mas que a sus otros animales; un perro, un perico entre ellos.
El narrador comienza a tenerle odio al gato por su afecto; no lo quiere ni ver porque el gato lo ama tanto y eso lo asusta. En una de sus ocasiones de borracho llega a la casa furioso y al llegar encuentra al gato, y por ninguna razon lo levanta y con un cortaplumas le saca un ojo. Despues de esto el se vuelve aún mas insano, porque al parecer le tiene pavor al gato sin ojo; tanto pavor que un dia lo cuelga.
Esa misma noche su casa cobra fuego y se quema una gran parte, pero su cuarto tiene algo muy especial: una sombra del gato quemada en la pared. Al parecer uno de sus vecinos le tiró el cadaver del animal esperando que asi se despertara para salvarlo del fuego. La imagen del animal quemada en su pared lo arormenta por bastante tiempo.
Para salir de su miseria el narrador regresa al alcohol. En una ocasion, en un bar, encuentra un gato muy parecido a su viejo gato "plutón", a quien adopta. Este nuevo animal le poduce la misma sensasion de odio que el otro le provocaba, y no tarda mucho en que comienze a pensar en asesinar al pobre animal tambien. Una noche se frustra del gato, y agarra un hacha para tratar de matarlo... La levanta para cortarle la cabeza pero su esposa, quien estaba tratando de detenerle su demencia, se mete en el camino y el le clava el hacha en la cabeza a la pobre. Su demencia empeora mucho despues de esto.

El Cuento

El cuento es una narración breve de hechos imaginarios, protagonizada por un grupo reducido de personajes y con un argumento sencillo.

Características.


Narrativo: está construido a partir de una sucesión de hechos. Se sostiene por la trama, a diferencia de la poesía.

Ficción: Aunque en algunos casos puede basarse en hechos reales, un cuento debe, para funcionar, recortarse de la realidad.

Argumental: tiene una estructura de hechos entrelazados (acción – consecuencias) en un formato de : introducción – nudo – desenlace.
En la introducción, se presentan los personajes, el escenario, y demás elementos que conforman la normalidad de la historia.

El nudo inicia cuando aparece un elemento de tensión que rompe con la normalidad planteada en la introducción. Esta sucesión de conflictos encadenados va generando la trama del cuento.

Desenlace. Se da cuando ocurre algún hecho que reordena estos elementos y establece una nueva normalidad.


Única línea argumental: a diferencia de la novela, en el cuento todos los hechos se encadenan en una sola sucesión de hechos.

Un sólo personaje principal: aunque puede haber otros personajes, la historia hablará de uno en particular, que es a quien le ocurren los hechos.

Unidad de efecto: comparte esta característica con la poesía. Está escrito para ser leído de corrido de principio a fin. Si uno corta la lectura, es muy probable que se pierda el efecto narrativo. La estructura de la novela permite leerla por partes.

Brevedad.

La Dama de las Camelias

Tema

Los principales temas de la novela son: la prostitución reflejada en la vida de la protagonista Margarita Gautier, sus costumbres y amistades. Por otro lado encontramos la abnegación en diversos actos de la protagonista, sobre todo con respecto a su amor por Armando Duval.

También la obra critica los prejuicios sociales, que radican en el rechazo social de aceptar a Margarita, principalmente se representa en el padre de Armando Duval, quien le exige sacrificios. Por último, encontramos en menor medida,

los celos y la venganza en el personaje de Armando Duval.

Coexisten dos narradores en la novela, por una parte un Narrador editor quien conoce al narrador protagonista, Armando Duval. Está escrita en un lenguaje sencillo y estructurada en veintisiete capítulos sin títulos.

Personajes

Margarita Primarios

  • Gautier (La Dama de las Camelias): Es la protagonista, enamorada de Armando Duval, sin familia, es una cortesana del rey, está relacionada con muchos caballeros, entre los que destacan el Duque y el conde. Nació en el campo, pero abandonó a su familia para vivir en París, donde se destacaría por su vida licenciosa y sus gr andes gastos, además de por siempre estar acompañada de un ramo de camelias; era una joven muy hermosa, pero bastante enfermiza. Aunque parece adolecer de superficialidad, con el avance de la obra se presenta una mujer enamorada, sencilla y sobre todo abnegada. Se enamora de Armando Duval, primero condicionándole que le dejara vivir como le pareciera y portándose obediente ante sus mandatos, pero termina por abandonar todas sus costumbres licenciosas para vivir de forma estable con Armando Duval, sin embargo, el padre de éste le rogaría que deje a su hijo, lo que constituiría su último sacrificio. Regresa a su vida licenciosa, simplemente para acelerar su penosa y solitaria muerte.
  • Armando Duval: Joven que se enamora de Margarita. Desde el primer encuentro la amó a escondidas, y fue el primero en preocuparse por la salud de la joven, lo que obtuvo su amor. Nunca aceptaría en su totalidad la condición de Margarita, aunque durante cierto período toleró vivir con el dinero de los otros amantes de la hermosa joven. Finalmente lograría que ella abandone su vida licenciosa, pero posteriormente al verse abandonado, cortejaría a Olimpia, otra mujer de condición semejante, con el único objetivo de hacerle daño a su verdadero amor. Luego se enteraría que el “engaño” de Margarita era sólo otra prueba de su amor, lo que lo dejaría desolado.

Secundarios

  • Narrador: No es nombrado durante la novela. Comienza su actuación al acudir al remate de los bienes de Margarita Gautier, adquirió por bastante dinero un libro intitulado “Manon Lescault” del Abbé Prévost. Posteriormente Armando Duval intetaría comprarle el libro, el narrador se lo regaló, lo que dio inicio a una gran amistad entre estos personajes.
  • Prudencia Duvernoy: Vecina y amiga de Margarita. Fue una cortesana, como la protagonista, durante su juventud, luego se dedicó a vender ropa. Mantenía su amistad con Margarita por interés, puesto que cuando Margarita enfermó y debió mant ener cama la abandonó.
  • Julia Duprat: Amiga de Margarita. Nunca la abandonó, llegando inclusive a escribirle cartas a Armando cuando su amiga se encontraba moribunda y después de su muerte.
  • Padre de Armando: Señor bastante conservador, vive en el campo, cuando se entera de los amores de s u hijo intenta convencerlo de abandonar esas pasiones, al ver infructuosos sus tentativas, decide intentar con Margarita, la cual aceptaría renunc iar a su amor.
  • Olimpia: Comparece al final de la obra. Es al parecer amiga de Margarita, sin embargo, Armando la utilizaría para darle celos a la misma.

Fugaces.

  • El Conde: Joven que enamoraba y mantenía a Margarita, sin embargo a ésta le aburría y lo despedía con rapidez.
  • El Duque: Viejo de enorme fortuna que amaba a Margarita, sobre todo porque tenía una hija de gran parecido a la protagonista que había muerto. Era el principal benefactor de la joven.
  • Gastón: Amigo de Armando Duval, solo aparece en el principio de la obra.
  • Nanina: Sirvienta de Margarita.
  • José: Criado de Armando.
  • Blanca: Hermana de Armando.

Argumento.

I.El Narrador se entera por casualidad de que murió una cortesana y que sus bienes serían puestos en

remate para cubrir sus deudas, se entera de que la difunta era conocida suya, únicamente de vista: Margarita Gautier.

II.Margarita era de singular hermosura, asistía a todos los estrenos de la Ópera y del Teatro, su fama como cortesana era bastante conocida, siempre asistía a todas las funciones con tres cosas: sus gemelos, una bolsa de bombones y un ramo de camelias, su florista le habría puesto el sobrenombre

de “La Dama de las Camelias". Ella vivía de una pensión indeterminada que le daba el duque, él cual la trataba pródigamente y con respeto.

III.El narrador acude al remate, el cual fue bastante concurrido. Puja por un libro Manon Lescault de Abbé Prévost, el cual tenía dedicatoria, se lo adjudican por un valor diez veces superior al real, sólo por orgullo personal pujó de tal manera. La Dedicatoria dice “Manón a Margarita, humildad”, firmado por Armando Duval.

IV.De la venta de los bienes de la cortesana se obtuvieron 150.000 francos, de los cuales dos terceras partes fueron a parar a las manos de sus acreedores y el resto a su familia, una hermana que tenía años sin verla. Armando Duval acude a ver al narrador en un estado deplorable y depresivo y le ruega que le venda el libro mencionado enseñándole una carta suscrita por Margarita en la cual le pide que acuda al remate a comprar algo para recordarla. El narrador le regala el libro lo que da inicio a una buena amistad entre el mozo, que le agradece el regalo y marcha llorando, y el narrado

r.

V.Pasó un largo tiempo y el narrador no tenía noticias de Armando Duval, decidió ir a preguntar por él en el cementerio, donde vislumbró la tumba de la joven adornada con innumerables camelias, el jardinero le contó que un joven había ordenado que se mantuviera siempre así y que éste había partido para que la hermana de la difunta autorizase el traslado del cuerpo, puesto que en ese cementerio sólo tenía licencia por cinco años, y quería otorgarle una de por vida. El narrador obtiene la dirección de Armando Duval y va a visitarle. Parte hacia su casa pero, al día siguiente, recibe un mensaje suyo en el que le invita.

VI.El narrador acude y ve al joven en un estado convaleciente, el cual da la razón del traslado del cuerpo y el porqué tenía que estar presente: Es lo único que puede curarme. Tengo que verla. Llevo sin dormir desde que me enteré de su muerte, y sobre todo desde que vi su tumba. No puedo hacerme a la idea de que esa mujer, a quien abandoné tan joven y tan bella, esté muerta. Tengo que cerciorarme por mí mismo. Tengo que ver lo que ha hecho Dios con aquel ser que tanto amé, y quizá el asco del espectáculo reemplace la desesperación del recuerdo. Usted me acompañará, ¿verdad? Si es

que no le molesta demasiado...

Acuden al desentierro, el cual resulta doloroso para Armando.

Desarrollo

VII.Armando, todavía en cama le encomienda la escritura de un libro sobre los hechos que le narra. Dice que desde que la conoció supo que estaba destinado a enamorarse de ella aunque deseara que fuere difícil la conquista: Y yo, que habría querido sufrir por aquella mujer, temía que me aceptara excesivamente de prisa y me concediera excesivamente pronto un amor que yo hubiera querido pagar con una larga espera o un gran sacrificio. Los hombres somos así; y es una suerte que la imaginación deje esta poesía a los sentidos y que los deseos del cuerpo hagan esta concesión a los sueños del alma. Contó que la vez que fueron presentados, fue en la Ópera, y había hecho el ridículo, ella diría que “nunca había visto nada más chistoso que él”. A partir de aquí, Armando la intentaría ver varias veces, pero de repente ella enfermó de tisis, acudió a su casa innumerables veces preguntando por su estado de salud, sin dejar jamás recado, tarjeta de visita o subir a visitarla. No la vería por dos años.

VIII.Después de este tiempo la volvió a ver y su amor no había disminuido

. -Lo que no impidió que mi corazón latiera cuando supe que era ella; y los dos años pasados sin verla y los resultados que aquella separación hubiera podido ocasionar se desvanecieron en la misma humareda con el solo rozar de su vestido. Le pidió a una conocida, Prudencia Duvernoy, una regordeta que había sido cortesana, que se la presenté nuevamente. Ella le contó que Margarita era la protegida de un duque muy viejo y muy rico, que ella nunca se dormía antes de las dos de la mañana y que a veces tenía compañía, pero que no tenía amantes, aunque un conde joven la cortejaba, a ella le aburría.

IX.Se volvieron a presentar Armando y Margarita, ésta aunque al principio no pudo recordar, después lo haría, pidiendo disculpas por la vez anterior. Armando aceptó que el era el hombre que iba a preguntar por su estado de salud durante su enfermedad, lo que ella agradeció. Margarita trataba con mucha crueldad al conde, a quien despidió para recibir a Armando, Prudencia y Gastón, durante la alegre reunión, en la que la joven hizo gala de sus modales, a Margarita le sobrevino una crisis de tos por lo que salió presurosa a su recámara, Armando la siguió.

X.Armando le recomendó abandonar esa vida licenciosa, ella contestó que a nadie le importaba su estado de salud, a lo que el joven replicó diciendo que a él sí. Armando confes

ó que la amaba con locura, ella después de algunas cavilaciones lo aceptó pero condicionándole que debería ser: confiado, sumiso y la camelia que le entregó cambie de color, se besaron y ella justificó su actuar: discreto. Ante la pregunta de cuando se volverían a ver, Margarita contestó:

Porque -dijo Marguerite, liberándose de mis brazos y tomando de un gran ramo de camelias rojas comprado por la mañana una camelia que colocó en mi ojal - porque no siempre se pueden cumplir los tratados el mismo día en que se firman

Luego le diría que se verían cuando

Quizá le parezca raro que me haya mostrado tan dispuesta a aceptarlo así, en seguida. ¿Sabe a qué se debe? Se debe -continuó, tomándome una mano y colocándola contra su corazón, cuyas palpitaciones violentas y repetidas yo sentía-, se debe a que, ante la perspectiva de vivir menos que los demás, me h

e propuesto vivir más de prisa.

XI. Armando estaba sorprendido de lo ocurrido, y se empecinaba en creer que no se trataba de una mujerzuela. Fue a verla, como había prometido en la víspera y ella le contestó que no se acordaba del pacto, sin embargo, el joven se iba acostumbrando al actuar de la joven. Luego Prudencia le diría que Margarita opinaba que era encantador.

XII.En esa ocasión Armando pasó la noche con Margarita, ella lo despachó a las cinco porque el duque vendría temprano y le prometió mandarle instrucciones para su próxima cita, entregándole una llave de sus aposentos. Al día siguiente, Armando le haría una gran escena de celos porque la había visto con el conde en el teatro, luego se dio cuenta que él había aceptado ciertas condiciones y la joven lo perdonó, haciéndole saber que se estaba enamorando de él.

XIII. Prudencia le recomendó a Armando no ser celoso, que él no podía mantener la vida de lujos de Margarita, que lo conveniente era que únicamente se amaran, conscientes de la realidad. Margarita invitó a Armando a pasar varios meses en el campo, pero el joven se ofendió, diciendo que no aceptaría tal situación con esos medios, otra vez se dio cuenta del error en que incurría y fue perdonado por segunda ocasión. Al día siguiente Armando recibe un recado de Margarita que decía “Me siento mal, no venga hoy”, sin embargo acudió y vio que el conde entraba en la casa, por lo cual sufrió mucho.

XIV. Armando escribe una carta zahiriente para Margarita. Se desespera por haber actuado de tal manera, nuevamente se arrepiente y le ruega perdón:

«Alguien que se arrepiente de una carta que escribió ayer, que se irá mañana si usted no lo perdona, desearía saber a qué hora podrá ir a depositar su arrepentimiento a sus pies. ¿Cuándo podrá encontrarla sola? Ya sabe usted que las confesiones deben hacerse sin testigos.»

XV. Armando le preguntó a Margarita la razón por la cual le engañó, ella respondió de tal forma:

-Amigo mío, si yo fuera la señora duquesa de tal o de cual, si tuviera doscientas mil libras de renta, y siendo su amante, tuviese otro amante distinto de usted, tendría usted derecho a preguntarme por qué lo engañaba; pero, como soy la señorita Marguerite Gautier, tengo cuarenta mil francos de deudas, ni un céntimo de fortuna y gasto cien mil francos al año, su pregunta es ociosa y mi respuesta inútil.

Le dijo que aceptó ver al conde para poder hacer el viaje al campo, puesto que no quería deberle nada a Armando, luego dijo que siempre estaba muy vigilada. Confesó la razón por la cual había aceptado a Armando como amante: por que es el único que se ha compadecido de ella, pero:

-Entonces te encontré a ti, joven, ardiente, feliz, y he intentado hacer de ti el hombre a quien llamaba en medio de mi ruidosa soledad. Lo que yo amaba en ti no era el hombre que eras, sino el que ibas a ser. Tú no aceptas ese papel, lo rechazas como indigno de ti; eres un amante vulgar; haz como los demás: págame y no hablemos más.

Armando vuelve a pedir perdón y no se va de París.

XVI. Armando aceptaba todas las condiciones que le daba Margarita, pronto le entregaría el “Manon Lescault” del abate Prevost. Armando cambió su vida y sus hábitos, tuvo que adquirir algunas deudas y jugar para poder obsequiar a su enamorada. Intentaba curar a Margarita, y funcionaba de cierta manera.

XVII. Margarita quiso pasar una temporada en una alegre casa campirana, por lo que se la pidió al duque, el cual al poco se enteraría que habitaba con Armando en aquella casa, lo que provocó que le diera un ultimátum a la joven “Yo (y la renta) o Armando Duval”. Ella escogería el amor, haciendo que la felicidad de Armando se elevara sobremanera. Margarita terminó con todas sus costumbre anteriores, incluso con sus amistades... El duque volvería a rogar que le acepte, sin importar circunstancias, pero la joven reformada rechazaba abrir sus cartas.

XVIII. Los jóvenes hacían proyectos para su porvenir, Margarita prefería no regresar a París. Armando notó que los bienes de Margarita iban desapareciendo, por lo que acudió a París y se enteró que la joven tenía muchas deudas y estaba vendiendo todo, Prudencia le dijo:

-¡Ah! - continuó con esa insistencia típica de la mujer que puede decir: «¡Qué razón tenía yo!» - ¿Cree que basta amarse e° irse al campo a vivir una vida pastoril y vaporosa? No, amigo mío, no. Al lado de la vida ideal existe la vida material, y las resoluciones más castas están sujetas a la tierra por hilos ridículos, pero de hierro, y que no se rompen tan fácilmente.

XIX. Armando se compromete a pagar todo, ella rechaza la oferta de Armando, proponiendo que vivan humilde y austeramente, pero Armando le reconviene diciendo que Margarita necesitaba de sus lujos. Ella responde:

-En una relación como la nuestra, si la mujer tiene aún un poco de dignidad, debe imponerse todos los sacrificios posibles antes que pedir dinero a su amante y ofrecer un aspecto venal a su amor. Tú me quieres, estoy segura, pero no sabes lo frágil que es el hilo que sujeta al corazón el amor que se siente por chicas como yo. ¿Quién sabe? ¡Quizá un día de mal humor o de aburrimiento lo imaginaras ver en nuestra relación un cálculo hábilmente combinado! Prudencia es una charlatana. ¡Para qué quería yo los caballos! Vendiéndolos, economizo; puedo pasarme sin ellos perfectamente y así no me gastan nada. Todo lo que te pido es que me quieras, y tú me querrás lo mismo sin caballos, sin cachemiras y sin diamantes.

-Tú, que no quieres permitirme que comprenda tu posición, y tienes la vanidad de velar por la mía; tú, que, al conservarme el lujo en medio del que he vivido, quieres conservar la distancia moral que nos separa; tú, en fin, que no crees que mi cariño sea lo suficientemente desinteresado para compartir conmigo tu fortuna, con la que podríamos vivir felices juntos, y prefieres arruinarte, esclavo como eres de un prejuicio ridículo. ¿Crees que yo comparo un coche y unas joyas con tu amor? ¿crees que para mí la felicidad consiste en las vanidades con que una se contenta cuando no ama nada, pero que se convierten en algo muy mezquino cuando ama? Tú pagarás mis deudas, malbaratarás tu fortuna ¡y me mantendrás al fin! ¿Cuánto tiempo durará todo eso? Dos o tres meses, y entonces será demasiado tarde para emprender la vida que propongo, pues entonces lo aceptarías todo de mí, y eso es lo que un hombre de honor no puede hacer. Mientras que ahora times ocho o diez mil francos de renta, con los cuales podemos vivir. De lo que tengo, yo venderé lo superfluo, y sólo con esa venta me haré con dos mil libras al año. Alquilaremos un lindo pisito en el que nos quedaremos los dos. En verano vendremos al campo, pero no a una casa como ésta, sino a una casita suficiente para dos personas. Tú eres independiente, yo soy libre, somos jóvenes; en nombre del cielo, Armando, no vuelvas a arrojarme a la vida que me vi obligada a llevar en otro tiempo.

XX. Armando aceptaría gustoso la propuesta de su amada, poco después llegaría su padre. El señor Duval le reprocha a Armando su conducta al flanco de la señorita Gautier y le ordena abandonarla, Armando rechaza la imposición.

XXI.Armando le contaría la situación a su enamorada. Ella le pide que haga a su padre reconsiderar para poder amarse con total libertad. Armando no encontraría a su padre por algunos días pero cambiaría drásticamente de estado de ánimo de Margarita. Armando al fin encuentra a su padre, el cual dice que toleraría la relación de su hijo.

Nudo

XXII. Armando feliz regresaría con su amada, llevándose una gran decepción al no encontrarla, se había ido a París. Como era muy tarde, el joven acudió a París caminando, sólo encontró una carta en su casa, la cual decía:

"«Armando, cuando lea esta carta, ya seré la amante de otro hombre. Así que todo ha terminado entre nosotros.

"Vuelva con su padre, amigo mío, vaya a ver a su hermana, joven casta, ignorante de todas nuestras miserias, y a su lado olvidará muy pronto todo lo que le haya hecho sufrir esa perdida que llaman Marguerita Gautier, a quien quiso usted amar por un instante y que le debe a usted los únicos momentos felices de una vida que ella espera que ya no será larga.»"

Armando se llenaría de desdicha y desesperación, y por necesidad, acudiría a compartir su tristeza con su padre, con el cual regresaría al día siguiente a su lugar de origen.

XXIII. Armando se caracterizaba por su desánimo, sintió la necesidad de volver a verla y regresó a París. La vio, había recuperado sus caballos y bienes, y al parecer la vida libertina de antaño. Esto llevó a Armando a la ira y a desear venganza. Visitó a Prudencia, a quien le dijo sobre su relación con Margarita:

-Está perdonada, puede decírselo. Es una buena chica, pero es una golfa, y lo que me ha hecho debía esperármelo. Hasta le agradezco su resolución, pues hoy 'me pregunto adónde nos hubiera llevado mi idea de vivir siempre con ella. Era una locura..

Luego le pediría los datos de Olimpia, una amiga de Margarita, a quien pensaba conseguir con dinero. Armando concurrió a una fiesta ofrecida por Olimpia, ahí vio a su anterior amante con celos:

Cuando, lleno de mis dolorosas emociones, llegué al baile, estaba ya muy animado. Bailaban, gritaban incluso, y, en una de las contradanzas, descubrí a Marguerita bailando con el conde de N..., el cual parecía muy orgulloso de exhibirla y parecía decir a todo el mundo: ¡Esta mujer es mía!

Armando se empeñaría en conseguir a Olimpia esa misma noche, lo cual obtendría.

XIV. La relación con Olimpia provocaría bastantes desazones a Margarita, la cual terminaría su amistad con ella y se vería cada vez más pálida. Armando estaba feliz con los efectos de su artimaña. Poco después Margarita acudiría a pedirle clemencia, que había sufrido mucho y que las circunstancias le habían obligado a abandonarle. Armando le dijo que olvidaría todo lo acaecido y pasaron la noche juntos:

-No, no -me dijo casi con espanto-, seríamos muy desgraciados; yo ya no puedo valer para hacerte feliz, pero mientras me quede un soplo de vida seré la esclava de tus caprichos. A cualquier hora del día o de la noche que me desees, ven y seré tuya; pero no asocies más tu futuro con el mío: serías muy desgraciado y me harías muy desgraciada. Aún seré por algún tiempo una chica bonita: aprovéchate, pero no me pidas más.

Al día siguiente Armando fue a visitarla pero no le dejaron pasar pues se encontraba con el conde, iracundo escribió un mensaje:

Volví a mi casa como un borracho, y ¿sabe lo que hice durante el minuto de delirio celoso que bastó para la acción vergonzosa que iba a cometer? ¿Sabe lo que hice? Me dije que aquella mujer estaba burlándose de mí, me la imaginaba en su tete-à-tête inviolable con el conde, repitiendo las mismas palabras que me había dicho por la noche, y, cogiendo un billete de quinientos francos, se lo envié con estas palabras.

«Se ha ido usted tan de prisa esta mañana, que olvidé pagarle. Ahí tiene el precio de su noche.»

Le devolvieron el recado y los 500 francos, desesperado y quizá arrepentido, acudió a su encuentro pero lo único que recibió fue “La señora se ha ido a Inglaterra hoy a las seis”.

Desenlace

XXV.Y esa era el final de lo que Armando podía contar, el resto eran cartas que habían sido escritas por la joven durante la enfermedad que la acabaría, las cuales nunca fueron recibidas. La primera comenzaba:

No pude resistir el deseo de darle una explicación de mi conducta, y le escribí una carta; pero, escrita por una mujerzuela como yo, tal carta puede parecer una mentira, a no ser que la muerte la santifique con su autoridad y que en vez de ser una carta sea una confesión.

Confesó que mientras él buscaba a su padre, éste llegó a visitarla y le rogó que dejara a su hijo, puesto que interfería directamente con las relaciones familiares y con la felicidad de su hija:

Bueno, pues mi hija va a casarse. Se casa con el hombre que ama y entra en una familia honorable que quiere que todo sea honorable en la mía. La familia del hombre que será mi yerno se ha enterado de la vida que Armando lleva en París y ha manifestado que retirará su palabra si Armando sigue viviendo así. En sus manos está el futuro de una niña que no la ha hecho nada y que tiene derecho a contar con el futuro.

¿Puede usted y se siente con fuerzas para destrozarlo? En nombre de su amor y de su arrepentimiento, Marguerita, concédame la felicidad de mi hija.

Ella aceptaría...

XXVI. Margarita continuaría con las cartas suplicando que Armando la visite, o que muera de una vez. Su salud empeoraba y el único consuelo que recibió fue una carta del padre de Armando, acompañada de dinero. Al poco le embargarían sus bienes, y las cartas comenzarían a ser escritas por Julia Duprat, pues su amada estaba imposibilitada.

Me ha hecho prometer que le escriba cuando ella ya no pueda, y estoy escribiéndole delante de ella. Dirige sus ojos hacia mí, pero no me ve: su mirada está ya velada par la muerte cercana; sin embargo sonríe, y estoy segura de que todo su pensamiento y toda su alma están puestos en usted

Cada vez que alguien abre la puerta sus ojos se iluminan y siempre cree que va a entrar usted; luego, cuando ve que no es usted, su rostro recobra su dolorida expresión, queda bañado en un sudor frío, y sus pómulos se tiñen de púrpura. pp 119

Finalmente la joven moriría en la más extrema desgracia y soledad.

XXVII. Acaba el relato, el narrador comenta que acompaña al joven de regreso a su casa y apunta:

Volví a París, donde escribí esta historia tal como me la contaron. No tiene más que un mérito, que quizá le será discutido: el de ser verdadera.

No saco de este relato la conclusión de que todas las chica como Marguerita son capaces de hacer lo que ella hizo, ni mucho menos; pero tuve conocimiento de que una de ellas había experimentado en su vida un amor serio, por el que sufrió y por el que murió, y he contado al lector lo que sabía. Era un deber.

No soy apóstol del vicio, pero me haré eco de la desgracia noble dondequiera que la oiga implorar.

La historia de Marguerita es una excepción, lo repito; pero, si hubiera sido algo habitual, no habría merecido la pena escribirla

La Novela



  • Uno de los géneros ampliamente explotados por los escritores románticos fue la novela, entre las que se destacan las de tipo sentimental, la didáctica moralizadora, la novela histórica.

Definición de novela: Es una obra literaria escrita en prosa, y que narra acontecimientos ficticios, que pueden ser basados en hechos, lugares o personas reales.

  • Pese a que el romanticismo fue un movimiento predominantemente idealista, su narrativa significo, en términos generales, una apertura hacia la problemática social. (Ejemplo: “Los miserables.”)

- Los miserables. Es una de las novelas más conocidas del siglo XIX. Publicada en el año 1862, esta obra romántica fue escrita por el novelista francés Víctor Hugo. La novela transcurre en Francia, en ambientes rurales y capitalinos. Narra las vidas y las relaciones de varios personajes durante un periodo de veinte años, a principios del siglo XIX, en los cuales transcurren las Guerras Napoleónicas. La obra razona sobre la naturaleza del bien, el mal, la ley a través de una historia que abarca y expone la Historia de Francia, la arquitectura de París, la política, la ética, la justicia, la religión, la sociedad y las clases y la naturaleza del amor romántico y familiar. Víctor Hugo se inspiró en un delincuente que acabó siendo policía. Se trata de una novela que permite al lector acercarse a la historia de la Francia contemporánea a Víctor Hugo, incluyendo directa o indirectamente varias partes de ésta, como la Revolución Francesa de 1789.)


  • Un rasgo propio de la narrativa romántica es la descripción. Se resalta detalles para dar a conocer un lugar, un personaje y una situación.

Clases de descripción que pueden darse dentro de una novela:

- Prosopografía: Es la descripción que considera solo los aspectos físicos de una persona o animal.

- Etopeya: Es la descripción que considera solo los aspectos psicológicos y morales de la persona.

- Retrato: Es la descripción completa de una persona, utilizando aspectos físicos y psicológicos.

- Crinografía: Es la descripción de los objetos.

- Cronografía: Es la descripción de lo que ha pasado en un tiempo determinado.

- Topografía: Es la descripción de un lugar, paisaje o escenario.


  • En la novela romántica, se viene observando una tendencia al realismo, sobretodo en las novelas de temática social.

La novela alcanzo gran popularidad en la era romántica. Fue un genero de consumo por medio de los periódicos y revistas de la época. (Técnica folletinesca, Ej.: La dama de las camelias de Alejandro Dumas

La novela alcanzo gran popularidad en la era romántica. Fue un genero de consumo por medio de los periódicos y revistas de la época. (Técnica folletinesca, Ej.: La dama de las camelias de Alejandro Dumas